martes, 12 de junio de 2012

Un arzobispo filipino pide al boxeador Manny Pacquiao que se retire tras perder su último combate. Fuente: InfoCatólica


Mons. Oscar Cruz, arzobispo emérito de la diócesis filipina de Lingayen-Dagupan, cree que al boxeador Manny Pacquiao le ha llegado la hora de la retirada tras haber perdido su último combate el pasado sábado. La derrota del púgil, toda una celebridad en su país, es la primera en siete años. Pacquiao aseguró recientemente haber retomado la fe cristiana tras haber visto en peligro su matrimonio debido a que su vida había entrado en una espiral de pecado.


Manny Paquiao
(InfoCatólica) Mons. Cruz ha visto la pérdida del boxeador como un signo que tiene que colgar los guantes de boxeo.

"Estamos muy contentos de que haya encontrado su camino después de su conversión espiritual", dijo Mons. Cruz, "pero debería dejar de boxear ahora y continuar inspirando a la gente solo con sus otras actividades".

Sin embargo, Pacquiao no parecen estar dispuesto a dejarlo todo en su carrera o la oportunidad de recuperar su título.

"Espero que no se desmayen o desanimen", dijo Pacquiao a sus fans después de la pelea. "Yo puedo pelear. Todavía puedo pelear."

Sin embargo, Pacquiao no parecen estar dispuesto a dejar su carrera ni la oportunidad de recuperar el título.

"Espero que no se desmayen o desanimen", dijo a sus fans después de la pelea. "Yo puedo pelear. Todavía puedo pelear."

El boxeador reconoció recientemente que su vida había entrado en una pendiente peligrosa debido al alcohol, el juego y el adulterio. Su mujer estuvo cerca de pedir el divorcio en noviembre pasado. 

Pacquiao asegura haber recibido la gracia de la conversión y desde entonces dedica buena parte del tiempo que no pasa entrenado a asistir a clases de Biblia.

Homilía del Sr. Cardenal Marc Ouellet, Legado Pontificio en la Misa de Apertura del 50º Congreso Eucarístico Internacional en Dublin, Irlanda

El Cardenal Marc Ouellet, Prefecto de la Congregación para los Obispos y Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, es el Legado que Benedicto XVI ha enviado a Dublín, Irlanda, para presidir en su nombre el 50º Congreso Eucarístico Internacional, que se celebra esta semana en esa nación. Presentamos nuestra traducción de la homilía pronunciada por el cardenal canadiense en la Solemne Misa de Apertura de este importante acontecimiento eclesial.
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Saludo con afecto a todos vosotros, aquí presentes: a mis hermanos obispos y sacerdotes, a los consagrados y consagradas, y a los muchos fieles de Irlanda y del mundo que han venido aquí para este Congreso Eucarístico Internacional. Como Legado de nuestro amado Santo Padre, Papa Benedicto XVI, quiero agradecer en forma especial al Arzobispo Diarmuid Martin y a sus muchos colaboradores, que han trabajado muy duro para organizar este importante evento, como también a las autoridades civiles por su valiosa cooperación. Yo agradezco especialmente a los sacerdotes por su amor y coraje en este difícil tiempo de purificación en la vida de la Iglesia.

Es muy oportuno que, en la Providencia de Dios, este encuentro tenga lugar aquí en Irlanda. Es un país conocido por su belleza natural, su hospitalidad y su rica cultura, pero muy especialmente por su larga tradición de fidelidad a la fe católica. La fuerte historia de fidelidad de Irlanda ha enriquecido no sólo estas tierras sino también, a través de sus hijos e hijas misioneros, ha ayudado a llevar el Evangelio a muchos otros, lejos de aquí.