lunes, 5 de marzo de 2012

Mensaje Cuaresmal 2012. Escrito por Mons. Francisco Moreno Barrón Obispo de Tlaxcala

Mons. Francisco Moreno Barrón
Obispo de Tlaxcala

“Estimulémonos en la caridad y buenas obras” (Hbr 10,24)


Queridos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos de la Diócesis de Tlaxcala:


Puesto que el Señor Dios nos ha hecho guardianes de nuestros hermanos (Gn 4,9), no debemos mostrarnos extraños ni indiferentes ante su suerte, bajo la apariencia de “respeto a la esfera privada”. Dejemos que resuenecon fuerza en nuestros oídos la voz del Señor que llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del prójimo. Despertemos nuestra preocupación pastoral por el cuidado recíproco, afirma el Papa Benedicto XVI en su reciente exhortación cuaresmal.


El sublime mandamiento de amar a Dios en el prójimo y no sin el prójimo (Mc 12,33), nos exige tomar conciencia de la responsabilidad que tenemos para los que son como nosotros: creaturas e hijos de Dios, hermanos nuestros por tener la misma humanidad y en muchos casos la misma Fe. Eso es lo que debe llevarnos a ver en el prójimo un otro yo, a quien el Señor también ama infinitamente.


El Papa Pablo VI ya lo dejó advertido: “El mundo está enfermo; y su mal estriba en la falta de fraternidad, así entre los hombres como entre los pueblos (Populorum Progretio, n. 67). Ésta es una visón delicada de la caridad, pues existe otra visión un tanto hiriente de los enemigos de la Fe: “Se juntan sin conocerse, viven sin amarse y mueren sin llorarse” (Nietzsche).


¿Cuál es el remedio para este mal universal del hombre? El único y verdadero remedio es el amor, y el amor es el corazón de la vida cristiana, vida y amor que los bautizados alcanzan con el conocimiento de la Palabra de Dios y la recepción de los Sacramentos, llevados a la práctica cotidiana. Esto significa que el prójimo me pertenece; su vida y su salvación tienen que ver con la mía.


Dice San Juan, el apóstol del amor: “Si uno no ama al hermano que ve, cómo puede decir que ama a Dios, a quien no ve?” (I Jn 4,20). Así pues, en la medida en que yo ame a mi prójimo, estaré amando a Dios. Si lo amo a medias, a medias estoy amando a Dios. Si no lo amo, tampoco amo a mi Señor.


Así como el Padre Celestial vela solícito sobre las aves del cielo, así nosotros, la Madre Iglesia, hemos de velar solícitos por la suerte del prójimo, a la manera como la madre de familia que se entrega y se desvive por sus hijos, especialmente por el que está enfermo o en condiciones adversas.


También el Apóstol Pablo nos ha revelado de parte de Dios que todos somos un cuerpo (1 Cor 12,12-27), y que, si “un miembro sufre, todos sufren con él; y, si un miembro recibe honores, todos se alegran con él”.Superemos, pues, la anestesia espiritual que nos hace insensibles ante el sufrimiento de los demás. No nos hagamos sordos al grito de la “la oveja perdida”. La humildad o la experiencia personal del dolor despiertan o avivan la compasión y la empatía: “El justo reconoce los derechos del pobre; el malvado, en cambio, es insensible e incapaz de reconocerlos” (Prv 29,7). Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán laMisericordia (Mt 5,7).


Ojalá siempre tuviéramos presentes las parábolas del buen samaritano (Lc 10,30-32) y del pobre Lázaro (Lc 16,19-31), pues en ambos casos se nos enseña a mirar con amor y compasión al hermano en necesidad.


La Iglesia propone a los hombres de hoy y se esmera por vivir la Cultura del Amor, la Civilización del Amor, que supone el cumplimiento de las obras de misericordia, tanto corporales como espirituales, entre las que merece especial atención la corrección o promoción fraterna (Mt 18,15) que tristemente ha caído en el olvido.

Es interesante ver que, el verbo (elenjein) que indica la misión profética, es el mismo usado para promover la corrección fraterna; lo que sugiere que, tanto es obra de misericordia socorrer al prójimo, como corregirlo odejarse corregir. Porque, si por un lado somos muy sensibles para el bien material del prójimo, por otro somos muy indiferentes ante la responsabilidad de la corrección fraterna y el bien espiritual de los hermanos.


Es imprescindible, pues, recuperar esta otra parte de la caridad cristiana. Frente al mal, no hay que callar. Muchas veces callamos por falso respeto o por comodidad, en lugar de poner en guardia al hermano que va contra la justicia o la verdad. Sin embargo, la corrección fraterna, nunca es condena o recriminación, sino amor y misericordia. El apóstol Pablo afirma: “Si alguno es sorprendido en alguna falta, corríjanle con espíritu demansedumbre y misericordia, pues ustedes tampoco están libres de tentaciones” (Gal 6,1).


Superemos la indiferencia o menosprecio al prójimo, pues los talentos que poseemos se nos han dado para bien propio y de los demás (Mt 25,25ss). Vivamos esta cuaresma como una oportunidad de realizarnos en el amor y la misericordia, conscientes de que, al final de nuestra vida, sólo seremos juzgados sobre el amor.


Todo lo dicho es una llamada insistente para el santo tiempo de Cuaresma, y como preparación para la Pascua de nuestra propia resurrección.


Con mis mejores deseos de una Cuaresma fecunda, les encomiendo a la intercesión de la Virgen María, y de corazón les imparto a todos mi bendición.


Tlaxcala, Tlax, Miércoles de Ceniza, 22 de Febrero de 2012


+ Francisco Moreno Barrón
Obispo de Tlaxcala