lunes, 13 de agosto de 2012

Las olimpiadas, aprender a luchar y a celebrar. Escrito por Mons. José Luis Chávez Botello

Mons. José Luis Chávez Botello
Arzobispo de Antequera-Oaxaca
Cuantas enseñanzas y satisfacciones dejan las olimpiadas a los buenos atletas, tanto a los que obtuvieron medallas como a los que no pudieron lograrlo. La mayoría no obtienen medallas pero están contentos porque, al medirse compitiendo con buenos atletas, mejoraron su marca o mantuvieron su nivel; su plan de trabajo los mantiene con la mirada hacia adelante para continuar entrenando y capacitarse para competir mejor.


Cuánta satisfacción y alegría viven y transmiten los que lograron medallas. Ayer el equipo mexicano de futbol conquistó la medalla de oro ¿Qué constatamos? La victoria de un equipo de futbolistas inyectó y continúa inyectando satisfacción y grande alegría en todos los rincones de México y a los mexicanos que residen en otros países; de manera espontánea miles sintieron la necesidad de festejar públicamente en las calles o en las plazas este acontecimiento histórico en el futbol; se alimenta la apertura, la confianza, se convive sanamente y estimula a ver el futuro con perspectivas. Cuánta creatividad en las expresiones tan variadas de alegría: gritos, porras, frases y aclamaciones de aliento; no faltan las banderas y las expresiones culturales propias como los colores y canciones que nos identifican, mariachi, signos indígenas y religiosos, vestidos típicos, bailes y danzas.


Una celebración que nos hace bien si sacamos al menos dos enseñanzas: 1- Las satisfacciones y alegrías que tocan algo de nuestra interioridad y raíces nos levantan, nos impulsan a la espontaneidad, a compartir nuestros logros o los de los demás; son expresiones y espacios que mueven a fortalecer nuestra identidad como familia, como miembros de tal comunidad o como país. La autentica alegría siempre mueve a la unidad, a sacar lo mejor que tenemos para compartirlo y que todos se sientan bien, a convivir en paz. Nadie es realmente feliz solo, los egoístas y los envidiosos no saben festejar.


Las grandes satisfacciones y alegrías de la vida siempre son fruto del trabajo ordenado y perseverante de personas concretas, aunque sean pocas. Nuestros héroes patrios, Ghandi, Luther King, Mandela, la madre Teresa de Calcuta y tantos más movidos por sus ideales fueron capaces de levantar el ánimo de su pueblo mostrando otra manera más autentica de vivir; movilizaron a millones por ese camino para cambiar y mejorar la vida de su país. Los flojos, los corruptos y criminales son incapaces de disfrutar así la vida y de inyectar alegría en los demás.


Ciertamente el equipo mexicano de futbol contagió y movilizó con su victoria a millones de mexicanos, cambió el estado de ánimo pero ¿Qué había detrás? Detrás estuvo un grupo de directivos y entrenadores que, desde hace años, realizaron una revisión para reconocer con realismo las deficiencias, asumir con decisión y valentía las tareas para cambiar y mejorar; eligieron a jóvenes capaces y dispuestos a entrenar con perseverancia, a sacar lo mejor de sí mismos, a trabajar en equipo y a entregarse de lleno.


Que estas expresiones de entusiasmo y de alegría no sean superficiales y menos una huida de la realidad y de nuestras responsabilidades; recojamos la enseñanza: en las familias y en las comunidades, en nuestro Estado y en el país necesitamos con urgencia más directivos y entrenadores que, con realismo y valentía, sepan levantar el ánimo de quienes les han sido confiados y capacitarlos en el trabajo y en la entrega perseverante para competir bien en las olimpiadas de la vida.


Con mi saludo y bendición para todos.

+ José Luis Chávez Botello
Arzobispo de Antequera Oaxaca

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