jueves, 15 de marzo de 2012

Benedicto XVI y los jóvenes. Escrito por Mons. Felipe Arizmendi Esquivel

Mons. Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristobal de las Casas
HECHOS

En un encuentro diocesano de diáconos permanentes, abordamos el tema de los jóvenes. En el análisis de la realidad, se dijo:


“Los jóvenes viven de una forma diferente, tienen otra forma de hablar, de vestir; a ratos ya no quieren hablar nuestra lengua, tienen tatuajes, usan aretes, peinados modernos, sólo les gusta música de teclado, se ponen pantalones de cholo y se dejan alargar el cabello. Ya no quieren utilizar la ropa nativa, ni comer nuestra comida tradicional. Van de migrantes y regresan con otra costumbre. Las mujeres solteras salen a la ciudad y entran a trabajar en cantinas. Muchas son madres solteras y hay menores de edad que se prostituyen.


Ya no hay tierra para sembrar. Muchos no tienen la posibilidad de estudiar y de trabajar. Viven mucha inseguridad, acosados por la delincuencia y las drogas. La mayoría ya no tienen respeto por los mayores, no obedecen a sus papás y no aceptan cargos en la comunidad. Hay quienes no quieren salir a otros lugares con sus papás porque no tienen buena ropa, buenos zapatos; les da vergüenza mostrar a sus papás. Ya no participan en la Iglesia, se olvidaron de la Palabra de Dios y el saludo.


Olvidan su cultura y su identidad. Son formados por los medios masivos. Pasan mucho tiempo en las maquinitas y en internet; ya no están con su familia. Los papás son muy alejados de los hijos; falta mucha comunicación y diálogo. El problema no sólo está en los jóvenes, sino en toda la familia. Hace falta mucho amor y confianza. Los padres no les inculcan escuchar la Palabra de Dios. No están siendo bien atendidos; faltan catequistas que los acompañen. Hay jóvenes que están en grupos para aprender la Palabra de Dios, participan en los días de celebraciones y en los cursos; algunos son salmistas. Unos obedecen el consejo de sus padres”.


Dijeron algunos jóvenes que participaron en el encuentro: “Nuestras familias se desintegran; muchas veces, papá se va a trabajar al Norte o a otros lugares y no lo vemos por un tiempo prolongado; cuando regresa, surgen muchos cambios. El ambiente familiar es muy pesado; muchas veces nuestros padres toman y golpean a mamá. No nos dan nuestro lugar, no nos respetan, sufrimos cuando falta el papá o la mamá. No nos ayudan a resolver nuestros problemas y encontramos soluciones equivocadas; buscamos refugio en el alcohol; no lo encontramos en nuestro hogar. Procuramos hacer cosas buenas a nuestra manera, pero ellos nos malentienden, nos critican mucho y nos ayudan poco”.


CRITERIOS


El Papa Benedicto XVI nos dijo a los obispos mexicanos, durante nuestra Visita Ad Limina en septiembre de 2005: “Se requiere una formación integral, que ayude a cada fiel a vivir el Evangelio en las diversas dimensiones de la vida. Esta formación es particularmente necesaria para los jóvenes que, al dejar de frecuentar la comunidad eclesial tras los sacramentos de iniciación, se encuentran ante una sociedad marcada por un creciente pluralismo cultural y religioso. Además, se enfrentan, a veces muy solos y como desorientados, a corrientes de pensamiento según las cuales, sin necesidad de Dios e incluso contra Dios, el hombre alcanza su plenitud a través del poder tecnológico, político y económico. Por eso se ve la necesidad de acompañar a los jóvenes y convocarlos con entusiasmo para que, integrados de nuevo en la comunidad eclesial, asuman el compromiso de transformar la sociedad como exigencia fundamental del seguimiento de Cristo”.


PROPUESTAS


En nuestro encuentro diocesano, esto pidieron los jóvenes:


“Queremos el consejo de nuestros padres; que nos pongan atención; queremos ser escuchados. Necesitamos más apoyo. Hacen falta animadores de grupos que nos guíen en un buen camino para acompañarnos en encontrar la verdad, es decir las huellas de Jesucristo. Que siga habiendo cursos y encuentros con más juegos y dinámicas. Necesitamos más temas sobre la Biblia; que nos enseñen con cariño y respeto; que los catequistas nos respeten; que nos den buen testimonio; que se valore nuestra palabra; que no nos abandonen cuando decaemos en los vicios. Queremos ser tomados en cuenta”. Atendámoslos.


+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas

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