miércoles, 29 de febrero de 2012

El nombre de S. S. Benedicto XVI. Escrito por Mons. Mario Espinoza Contreras. Obispo de Mazatlán

Mons. Mario Espinoza Contreras
Obispo de Mazatlán
El nombre para una persona es algo sumamente importante y forma parte de nuestra identidad, y para un Papa es indicativo de su ser y de su misión en el mundo. De hecho, cuando está recién electo para el Ministerio Apostólico Supremo de la Iglesia, él mismo manifiesta el nombre que desea portar en adelante, y normalmente es relativo a quien o quienes han sido significativos en su existencia; así el Cardenal Joseph Ratzinger el 19 de abril de 2005 escogió ser nombrado en lo sucesivo: Benedicto XVI.


El nombre de Benedicto, etimológicamente tiene su raíz en la lengua latina y significa “el que habla bien, el que se expresa bien, el que se relaciona bien, el que es una bendición”. Y en este sentido nuestro Santo Padre, nos está manifestando constantemente que él desea en su vida y labor apostólica, ser un hombre de bien, que prodiga el bien a los demás y que nos invita a hacer lo propio entre nosotros, y de esta manera vivir la salvación en Cristo, que es el bien más sublime y excelente.


El nombre de Benedicto también hace referencia a un gran Santo del siglo VI san Benito de Nursia, quien fue el organizador de la vida consagrada, y que tuvo por lema inspirador el “ora et labora”, indicándonos que el discípulo fiel de Jesucristo, para vivir la ardua dinámica de seguir en todo las huellas del Señor, necesita realizar obras, actividades, gestos, tener actitudes, y todo dimensionado por el Evangelio, y para ello se necesita la luz y la fuerza de la oración, es preciso adentrarse en el dialogo personal con nuestro Padre Dios. Nuestro Santo Padre con su nombre evoca a san Benito, y nos convoca a todos a desarrollar ese sabio e integral programa de vida, de orar y trabajar en el espíritu de Cristo.


Además san Benito de Nursia, este gran testigo de la fe, que tiene una proyección a nuestros días, también estableció que para ser un cristiano más plenamente, es necesario vivir los consejos evangélicos de la pobreza, la castidad y la obediencia, que son optados libremente por los consagrados, aquellos que por una vocación singular dedican su vida entera a Dios y a su Iglesia, pero que también son vitales, para todo el que quiera vivir el seguimiento de Jesucristo, a profundidad y extensión.


La pobreza que consiste en no tener apego a las cosas de este mundo, ni adherencias a lugares, ni a personas, no se trata de despreciar sino por el contrario de estimar e incluso amar esta tierra y sus criaturas, pero teniendo ese desapego, para tener el corazón disponible en primer lugar para el Señor y su plan de salvación. La castidad es tratar de tener armonía en el propio ser, control de los impulsos e instintos, y sublimar la misma tendencia sexual, en aras del servicio y de la entrega. La obediencia es la disponibilidad abierta a la voluntad de Dios, asumida con alegría y con compromiso. Así pues, que el santo Padre haya asumido el mismo nombre de san Benito, nos está anunciando también la importancia que todos nosotros vivamos los consejos evangélicos.


Finalmente parece ser que el Santo Padre asumió su nombre como Papa, también en referencia al destacado Pontífice Benedicto XV, quien desempeñó el Ministerio Petrino de 1914 – 1922, a quien le toco la Primera Guerra Mundial y sus trágicas consecuencias, y al que se le llamo “samaritano de la humanidad”, porque se empeñó en favorecer las mejores condiciones de los prisioneros de guerra y en llevar auxilios a los pueblos más disminuidos y afectados por el conflicto bélico, entre ellos destaca Alemania. Nuestro Santo Padre alcanzó a escuchar de sus abuelos y padres, la admiración y gratitud por Benedicto XV, destacado paladín de la caridad cristiana.


Así pues que nuestro Santo Padre se llame Benedicto XVI es sumamente iluminador, pues con ese nombre nos sugiere a todos, ser una bendición para los demás, nos invita a laborar con sentido evangélico, a orar con constancia y unción, nos inspira la conveniencia de asumir los consejos evangélicos y ejercer la caridad al prójimo que es la reina de las virtudes, lo que más nos identifica como auténticos cristianos.


Que Dios ilumine a Nuestro Santo Padre Benedicto XVI en su vivencia de todo lo que implica su nombre y que a todos nosotros nos acompañe en la observancia del mensaje del Señor. Sin duda que su próxima Visita Apostólica a México, será una gran bendición para nuestro pueblo, que nos alentará para vitalizar nuestra vocación de ser discípulos y misioneros de Jesucristo. Oremos a Cristo Rey, y a nuestra Madre del Tepeyac, para que así sea.


+ Mario Espinosa Contreras
Obispo de Mazatlán

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