miércoles, 29 de febrero de 2012

El nombre de S. S. Benedicto XVI. Escrito por Mons. Mario Espinoza Contreras. Obispo de Mazatlán

Mons. Mario Espinoza Contreras
Obispo de Mazatlán
El nombre para una persona es algo sumamente importante y forma parte de nuestra identidad, y para un Papa es indicativo de su ser y de su misión en el mundo. De hecho, cuando está recién electo para el Ministerio Apostólico Supremo de la Iglesia, él mismo manifiesta el nombre que desea portar en adelante, y normalmente es relativo a quien o quienes han sido significativos en su existencia; así el Cardenal Joseph Ratzinger el 19 de abril de 2005 escogió ser nombrado en lo sucesivo: Benedicto XVI.


El nombre de Benedicto, etimológicamente tiene su raíz en la lengua latina y significa “el que habla bien, el que se expresa bien, el que se relaciona bien, el que es una bendición”. Y en este sentido nuestro Santo Padre, nos está manifestando constantemente que él desea en su vida y labor apostólica, ser un hombre de bien, que prodiga el bien a los demás y que nos invita a hacer lo propio entre nosotros, y de esta manera vivir la salvación en Cristo, que es el bien más sublime y excelente.


El nombre de Benedicto también hace referencia a un gran Santo del siglo VI san Benito de Nursia, quien fue el organizador de la vida consagrada, y que tuvo por lema inspirador el “ora et labora”, indicándonos que el discípulo fiel de Jesucristo, para vivir la ardua dinámica de seguir en todo las huellas del Señor, necesita realizar obras, actividades, gestos, tener actitudes, y todo dimensionado por el Evangelio, y para ello se necesita la luz y la fuerza de la oración, es preciso adentrarse en el dialogo personal con nuestro Padre Dios. Nuestro Santo Padre con su nombre evoca a san Benito, y nos convoca a todos a desarrollar ese sabio e integral programa de vida, de orar y trabajar en el espíritu de Cristo.


Además san Benito de Nursia, este gran testigo de la fe, que tiene una proyección a nuestros días, también estableció que para ser un cristiano más plenamente, es necesario vivir los consejos evangélicos de la pobreza, la castidad y la obediencia, que son optados libremente por los consagrados, aquellos que por una vocación singular dedican su vida entera a Dios y a su Iglesia, pero que también son vitales, para todo el que quiera vivir el seguimiento de Jesucristo, a profundidad y extensión.


La pobreza que consiste en no tener apego a las cosas de este mundo, ni adherencias a lugares, ni a personas, no se trata de despreciar sino por el contrario de estimar e incluso amar esta tierra y sus criaturas, pero teniendo ese desapego, para tener el corazón disponible en primer lugar para el Señor y su plan de salvación. La castidad es tratar de tener armonía en el propio ser, control de los impulsos e instintos, y sublimar la misma tendencia sexual, en aras del servicio y de la entrega. La obediencia es la disponibilidad abierta a la voluntad de Dios, asumida con alegría y con compromiso. Así pues, que el santo Padre haya asumido el mismo nombre de san Benito, nos está anunciando también la importancia que todos nosotros vivamos los consejos evangélicos.


Finalmente parece ser que el Santo Padre asumió su nombre como Papa, también en referencia al destacado Pontífice Benedicto XV, quien desempeñó el Ministerio Petrino de 1914 – 1922, a quien le toco la Primera Guerra Mundial y sus trágicas consecuencias, y al que se le llamo “samaritano de la humanidad”, porque se empeñó en favorecer las mejores condiciones de los prisioneros de guerra y en llevar auxilios a los pueblos más disminuidos y afectados por el conflicto bélico, entre ellos destaca Alemania. Nuestro Santo Padre alcanzó a escuchar de sus abuelos y padres, la admiración y gratitud por Benedicto XV, destacado paladín de la caridad cristiana.


Así pues que nuestro Santo Padre se llame Benedicto XVI es sumamente iluminador, pues con ese nombre nos sugiere a todos, ser una bendición para los demás, nos invita a laborar con sentido evangélico, a orar con constancia y unción, nos inspira la conveniencia de asumir los consejos evangélicos y ejercer la caridad al prójimo que es la reina de las virtudes, lo que más nos identifica como auténticos cristianos.


Que Dios ilumine a Nuestro Santo Padre Benedicto XVI en su vivencia de todo lo que implica su nombre y que a todos nosotros nos acompañe en la observancia del mensaje del Señor. Sin duda que su próxima Visita Apostólica a México, será una gran bendición para nuestro pueblo, que nos alentará para vitalizar nuestra vocación de ser discípulos y misioneros de Jesucristo. Oremos a Cristo Rey, y a nuestra Madre del Tepeyac, para que así sea.


+ Mario Espinosa Contreras
Obispo de Mazatlán

Benedicto XVI y el narcotráfico. Escrito por Mons. Felipe Arizmendi Esquivel. Obispo de San Cristobal de las Casas

Mons. Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristobal de las Casas
HECHOS
El Papa viene a México en una etapa difícil. Estamos enfrentando el exorbitado poder económico y armamentístico de quienes han encontrado un caudal de dinero en el tráfico de drogas dentro del país y sobre todo hacia Estados Unidos, donde más se consumen. Los jefes de este negocio ilícito y destructor intentan corromper todo y a todos, para que les dejen el campo libre. Se empeñan en coludir a gobernantes y aspirantes a puestos públicos, para asegurar su predominio e impunidad. El pueblo, pobres y ricos, se siente indefenso, acorralado, impotente para defenderse de criminales sin conciencia ni humanidad.


El gobierno federal hace cuanto puede para combatir esta lacra, pagando un precio muy alto de desprestigio político por los innumerables muertos que esta lucha ha provocado. Pero, ¿sería justo dejar sin amparo a quien sufre extorsiones, secuestros, asesinatos? ¿La solución es que ya se retire el ejército de esta lucha? ¿Qué se deje a los narcos operar sin restricciones? Sería una irresponsabilidad doblar las manos y la conciencia ante su opresión.


Todos quisiéramos gozar de tranquilidad; que nadie falleciera por los efectos colaterales de esta cruzada; que los capos, sus subalternos y esbirros se convirtieran; que nadie violara derechos humanos; que las instancias judiciales fueran efectivas; que no huyera el turismo; que tuvieran confianza los inversionistas; que pudiéramos transitar sin temor en nuestros pueblos y ciudades. Lograr esta paz, ¿es sólo competencia del gobierno? Quienes han destruido las sólidas bases de la familia tradicional, con leyes y costumbres contra la vida y contra el matrimonio, son éticamente responsables de este cáncer social, aunque no lo quieran reconocer; es más fácil lavarse las manos y culpar de todo al gobierno.


CRITERIOS
El Papa Benedicto XVI, desde el año 2005, cuando los obispos mexicanos estuvimos con él en Roma, nos dijo al respecto: “Sigue siendo motivo de gran preocupación que en algunos ambientes, por el afán de poder, se hayan deteriorado las sanas formas de convivencia y la gestión de la cosa pública, y se hayan incrementado además los fenómenos de la corrupción, impunidad, infiltración del narcotráfico y del crimen organizado. Todo esto lleva a diversas formas de violencia, indiferencia y desprecio del valor inviolable de la vida.


Una atención especial merece el problema del narcotráfico, que causa un grave daño a la sociedad. A ese respecto, hay que reconocer el esfuerzo continuo realizado hasta ahora por el Estado y algunas organizaciones sociales en la lucha contra esta terrible plaga que afecta a la seguridad y a la salud pública. No debe olvidarse que una de las raíces del problema es la gran desigualdad económica, que no permite el justo desarrollo de una buena parte de la población, llevando a muchos jóvenes a ser las primeras víctimas de las adicciones, o bien atrayéndolos con la seducción del dinero fácil procedente del narcotráfico y del crimen organizado. Por ello, es urgente que todos aúnen esfuerzos para erradicar este mal mediante la difusión de los auténticos valores humanos y la construcción de una verdadera cultura de la vida. La Iglesia ofrece toda su colaboración en este campo”.


PROPUESTAS
Padres de familia, educadores, gobernantes, creadores de opinión, legisladores, artistas, comunicadores: En vez de desgastarnos echándonos culpas unos a otros, unamos esfuerzos por salvar la familia contra todas las tentaciones e insidias que el mundo moderno propone, pues niños y jóvenes que gozan de un hogar estable y sereno, son los mejor protegidos de la corrosión y los que salvarán al país. El divorcio fácil, las infidelidades conyugales legitimadas, el libertinaje sexual exaltado por la publicidad, la ligereza de costumbres de las telenovelas, dejan a los hijos a la deriva, sin valores sólidos.


Agentes de pastoral: Demos la prioridad debida a la pastoral juvenil y familiar; dediquemos más tiempo a los jóvenes y a los matrimonios. Tenemos una luz y una esperanza que ofrecer al país. Y que la visita del Papa nos fortalezca y nos ilumine.


+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas

La Profeco y la CEM informan que la distribución de pases para la misa que ofrecerá el Papa Benedicto XVI será gratuita

Alertan a los feligreses a no dejarse engañar con la supuesta venta de boletos, ya que la distribución de los pases correrá a cargo de la CEM.


La Procuraduría Federal del Consumidor y la Conferencia del Episcopado Mexicano, en pro de alertar a los feligreses que asistirán a la misa que ofrecerá el Papa Benedicto XVI en Parque Bicentenario de León, Guanajuato, el domingo 25 de marzo, informan que los boletos de acceso a esta ceremonia religiosa no tendrán ningún costo y la distribución gratuita de los mismos será a través de las parroquias.


En este tenor, la Profeco y la CEM señalan que la entrega de los pases para presenciar la misa papal iniciará el próximo 12 de marzo, enviándolos inicialmente a las Arquidiócesis, las cuales se encargarán de distribuirlos directamente a las diferentes parroquias del país, en donde cada Obispo determinará los mecanismos para entregárselos a sus fieles.


Por lo anterior, se pide a los consumidores no dejarse sorprender con la venta, bajo cualquier vía, de boletos para asistir a los eventos programados en León, Guanajuato, con motivo de la Visita Apostólica del Papa Benedicto XVI los próximos 23, 24, 25 y 26 de marzo.


Así, se sugiere a los interesados en asistir a los eventos religiosos, permanecer informados vía la página oficial de la Conferencia del Episcopado Mexicano (www.cem.org.mx) y el sitio oficial de la visita (www.benedictomexico,mx), del mecanismo de entrega de los pases para presenciar dichas actividades.


La Profeco permanecerá atenta para evitar cualquier abuso o violación a los derechos del consumidor y pone a disposición el Teléfono del Consumidor (5568 8722, para el Distrito Federal y zona metropolitana; o 01 800 468 8722, para el resto de la República Mexicana), así como en las redes sociales de Facebook (http://www.facebook.com/consumidorinteligente) y de Twitter (@profeco) para atender dudas y recibir denuncias y quejas.


Por su parte, la CEM pone a disposición de los feligreses el sitio web de la visita del Papa a México (www.benedictomexico.mx), el correo electrónico atencion@benedictomexico.mx, y en redes sociales de Facebook la direcciónhttp://www.facebook.com/papaenmexico y de Twitter @PapaenMexico, para atender sus dudas y sugerencias o para que denuncien abusos.

jueves, 23 de febrero de 2012

León Guanajuato ultima los detalles de la visita

Mons. José Guadalupe Martín Rábago Arzobispo de León Guanajuato concedió una entrevista telefónica a Radio Vaticano para hablar sobre los avances en los preparativos de la Visita del Papa Benedicto XVI a México.

"Juntos en la Esperanza, discípulos de Jesús": El Papa regresa

A 29 días de la visita del Papa Benedicto XVI a México Radio Vaticana entrevisto a Mons. Carlos Aguiar Retes Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano.

Da clic aqui para escuchar la entrevista en español y leer la nota desde la página de Radio Vaticana

Cuaresma: estar atentos a Dios y a los demás. Mensaje de Mons. Rodrigo Aguilar Martínez Obispo de Tehuacán

Mons. Rodrigo Aguilar Martínez. Obispo de Tehuacán
Hemos sido creados “a imagen y semejanza de Dios” (cf. Génesis 1,26), como obra maestra de la creación. No hay otro ser en la creación con tantas capacidades y posibilidades: somos conscientes de nosotros mismos, de nuestros pensamientos, sentimientos, afectos; tenemos capacidad de comunicarnos y de establecer relación profunda; capaces de grandes ideales. Pero se nos han concedido los dones “en semilla”, para hacerlos fructificar paulatinamente, en el ejercicio de nuestra libertad y responsabilidad y con la ayuda mutua.


La cuaresma nos hace recapacitar que con frecuencia olvidamos y distorsionamos este proyecto divino; pero Dios sigue siendo fiel en su amor, dándonos a su Hijo, quien muere en la cruz y resucita para darnos vida.


La cuaresma nos mueve a volver a Cristo Jesús con un corazón renovado, lo que implica también volver a los demás con nueva mentalidad, con nuevas actitudes.


El Papa Benedicto XVI, en su mensaje para la cuaresma de este año 2012, nos invita a reflexionar y actuar “sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad”, recordándonos las sabias palabras del Papa Pablo VI: “El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos”. Efectivamente, aunque se han disparado las enormes diferencias entre muchos que viven en la pobreza degradante y otros que viven en la opulencia, la mayor pobreza es la falta de trato humano y de amor, como lo dice también la Madre Teresa de Calcuta; esta falta de fraternidad humana lleva a grandes desastres, al encerrarnos en nosotros mismos y en nuestros mezquinos intereses, insensibles a las necesidades de quienes nos rodean.


El Papa Benedicto XVI nos hace ver que “la Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás.”


Invito a leer íntegro el mensaje cuaresmal del Papa Benedicto XVI, muy luminoso, accesible y comprometedor. Si usted tiene acceso a internet, ofrezca copias del mensaje a otras personas. Desarrollando el texto de la carta a los Hebreos 10,24: “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras”, el Papa nos motiva a estar muy atentos unos con otros y a estimularnos mutuamente en el servicio y las buenas obras. “La responsabilidad para con el prójimo –dice el Papa- significa querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades… La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor… Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos han dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede.”


El Papa nos urge a una singular competencia, que no es destructiva sino totalmente constructiva: “a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10)” con el criterio de san Pablo: “Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo” (Rm 12,10). Los santos son ejemplares en el ejercicio de esta actitud. Si esto se cultiva en la atmósfera familiar, será más fácil realizarlo también en la sociedad. Es una delicia ver cómo los niños se entusiasman con la alegría de ser útiles, pues se sienten tomados en cuenta, valorados, y con ello importantes y valiosos. La cuaresma es tiempo favorable para que la familia viva la sana competencia de la caridad, el servicio y las buenas obras. Sin olvidar que al estar atentos a los demás, estemos atentos a Dios.




+ Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán

miércoles, 22 de febrero de 2012

El miércoles de ceniza no es una fecha mágica

Como cristianos hemos venido cambiando de mentalidad para vivir de una manera más evangélica la jornada del miércoles de ceniza. La ceniza es fundamentalmente un signo que nosotros aceptamos para expresar que deseamos un cambio profundo en nuestra vida, para expresar que estamos arrepentidos de nuestras injusticias y queremos iniciar un nuevo proceso aceptando la misericordia de Dios.


La ceniza no tiene ninguna connotación supersticiosa; es decir, si alguien no recibe la ceniza no le sucederá algo malo. La ceniza tampoco es como un amuleto de la buena suerte para alejar el mal y atraer el bien. Se recibe la ceniza como un signo de aceptación de este tiempo de conversión y de que dejaremos que Dios nos levante de nuestros pecados para convertirnos en una nueva creatura.


En este mismo sentido se ha venido mejorando la percepción del tiempo de cuaresma. No se trata de pensar que se permite un tiempo de excesos durante el carnaval para que después haya un tiempo de arrepentimiento durante la cuaresma. La cuaresma tampoco tiene porqué ser un tiempo triste o estrictamente de privaciones.


La cuaresma, por tanto, se espera para cosas grandes. No esperamos la cuaresma simplemente para comer pescado los viernes, o romeritos o los platillos típicos de esta temporada. Sería muy pobre esperar la cuaresma sólo con este propósito culinario. Piensa en tus grandes sueños, en tus grandes anhelos de cambio. Considera que en muchas ocasiones no te has sentido contento con lo que haces, con la forma en que estás llevando tu vida. Piensa cómo te ha hecho falta Dios en muchos momentos para no ser tan violento, para no perder la fe, para no ser arrastrado por el egoísmo y la vanidad, para no negar el perdón a los demás, para encontrarle un sentido a la vida. Los cristianos aprovechamos la profunda espiritualidad de este tiempo para alcanzar las grandes metas de nuestra vida y dejar actuar a Dios. También el aspecto de las privaciones tiene mucha importancia. Hay que privarnos de muchas cosas no porque sean malas sino porque sólo así vamos a construir un ambiente de paz y de silencio donde podamos escuchar la voz de Dios. Qué tanta fuerza de voluntad tienes, por ejemplo, para dejar la televisión y hacer más oración, para renunciar al egoísmo y aprender a compartir, para pensar más durante este tiempo en las necesidades de los demás por encima de las propias, para ir renunciando a la mentira, a la deshonestidad y a la corrupción.


En una propuesta moderna para vivir la cuaresma no se requiere solamente dosificar el uso de la televisión, o bajarle de volumen a la vida. Hay que enfrentar todos los distractores, ruidos e imágenes sugestivas que no nos permiten concentrarnos para descubrir al otro como hermano y para percatarnos de la cercanía de Dios en nuestra vida. Hoy se tendría que reflexionar en el uso excesivo de los celulares y las computadoras que están modificando nuestras relaciones humanas. Hay gente que mira más el celular y deja de interesarse en mirar a los ojos a los demás. Hay personas que tienen muchas amistades online pero tienen serias dificultades para sostener amistades en la vida real.


Por otra parte, hay que disponerse a practicar el ayuno y la abstinencia, pero el ayuno que más agrada al Señor es el ayuno del chisme, del pecado, de la flojera, de las injusticias, de las mentiras, de la infidelidad, de la violencia, de la corrupción y de todo aquello que denigra nuestra dignidad humana. Y desde luego que tampoco se trata de ayunar o practicar estas penitencias sólo 40 días y después regresar a nuestras andadas, sino que la meta es que estas prácticas terminen por quedarse instaladas como un nuevo estilo de vida. Si cambiáramos, pues, la perspectiva, entonces este ayuno nos transformaría como personas y como sociedad.


El próximo miércoles 22 de febrero acudiremos a nuestras Iglesias a recibir el signo de la ceniza. De esta forma, cuando los demás vean el signo de la ceniza en la frente de los cristianos estaremos expresando que no queremos vivir en la mentira, en la oscuridad, en la avaricia, en la injusticia y en la soberbia. Estaremos expresando que estamos dispuestos a iniciar un tiempo especial de encuentro con Dios que mejorará sin duda nuestro encuentro con los hermanos.


Pbro. José Juan Sánchez Jácome
Oficina de Comunicación Social

La Cuaresma. Mensaje de Mons. Carlos Quintero Arce Arzobispo Emerito de Hermosillo.

Mons. Carlos Quintero Arce. Arzobispo de Hermosillo
1.- Cuaresma es el tiempo de 40 días que nos prepara para la celebración de la Pasión. Tiempo muy valioso e importante porque lo inauguró el Señor Jesús cuando antes de ser tentado por el demonio ayunó 40 días y 40 noches sin tomar alimento (San Mateo 4,1-3). Debemos ser todos asiduos a la oración, mirando al encuentro definitivo con Jesús en la Pascua Eterna obteniendo una mayor abundancia en la vida nueva en Cristo el Señor.


Aunque ésta vida nueva ya se nos trasmite en nuestro bautismo. El hecho de que nuestro bautismo lo recibamos en la infancia nos asegura de que nadie de nosotros nos merecemos con nuestras fuerzas la vida eterna, sino que es la misericordia de Dios la que nos enriquece gratuitamente con su gracia.


Debemos de considerar nuestro Bautismo no como un rito pasado sino como el encuentro con Cristo que trasforma toda nuestra existencia y nos da la vida nueva divina. Y nos llama a la conversión iniciada y sostenida por la gracia para llevarnos a alcanzar la talla adulta de Cristo.


Quiero, por tanto, insistir en el nexo particular que vincula el bautismo con la cuaresma, como momento favorable para experimentar la gracia que salva: La Iglesia asocia la vigilia pascual y la celebración del bautismo, en este sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado y participa de la vida nueva en Cristo Resucitado y recibe al Espíritu Santo que resucitó a Jesucristo de entre los muertos: Reavivamos, por tanto, en ésta cuaresma este don gratuito del Señor y vivamos el bautismo como un acto decisivo en nuestra existencia.


2.- En cada Cuaresma emprendemos el camino hacia la Pascua y nos preparamos a su celebración porque las mortificaciones corporales propias de este tiempo cuaresmal dan en nosotros verdaderos frutos espirituales. Sin duda lo más adecuado que nos puede guiar a la fiesta de la Resurrección del Señor es la Palabra de Dios por eso el Papa Benedicto XVI nos propone que meditemos los textos evangélicos que haremos en cada domingo de cuaresma y que nos guían a un encuentro interno con el Señor, como lo debe tener cada cristiano en su entrega a Él.


Los primeros convertidos son los hombres que cambiaron el rumbo de su vida al contacto con Dios (Abraham, Moisés, David, Isaías, Jeremías). La palabra de Dios pudo en ellos más que su propio egoísmo o problemas para seguirlo (cfr. Jeremías 3,21-25; Miqueas 6,8). Los profetas insisten en una conversión interior. No basta llorar y suplicar, sino que se impone también “rasgar el corazón” es decir: cambiar de sentimientos, de modo de pensar y de actuar.


Esta “conversión continua” tiene como motivación única para los hijos del Reino la rectitud interior en todas las practicas y actos, tanto religiosos como humanos (ej. Del ayuno. Oración y limosna. cfr.San Mateo 5,1-6.16-18). Ello supone una “conversión” de los motivos puramente humanos (aparentar, egoísmo, el que dirán, el interés) al único motivo espiritual (“Dios que ve lo secreto”).


La conversión no debe de tener un signo individualista, sino servir para bien de los demás. Urge llevar la Palabra de Dios y el testimonio de vida a los que no creen o tienen débil su fe y convertir no sólo al individuo, sino a los grupos humanos como son: familia, amigos, empresa, parroquia. Y las mismas estructuras, leyes y forma de vivir.


3.- La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.


El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.


Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz» manifiesta el poder salvífico de Dios (cf. 1 Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (cf. Enc. Deus caritas est, 12).



+ Carlos Quintero Arce
Arzobispo Emérito de Hermosillo

Homilía del Sr. Cardenal Norberto Rivera Carrera en la Catedral Metropolitana de México. Miércoles de Ceniza


       Muy queridos hermanos, hermanas, fieles laicos de Cristo Jesús; queridos hermanos miembros del Venerable Cabildo Metropolitano:

     La ceremonia que vamos a tener en estos momentos es sumamente sencilla, pero con un grande significado. Vamos a bendecir las cenizas pidiéndole a Dios Nuestro Padre que, a través de las prácticas cuaresmales nosotros sus fieles, podamos llegar con alma purificada a celebrar las fiestas Pascuales de su Hijo.

     La oración nos descubre el sentido profundo de la ceniza, el sentido profundo de la Cuaresma: no es otro más que prepararnos para celebrar las fiestas Pascuales.

       ¿En qué consiste celebrar las fiestas Pascuales? Por supuesto que dentro de cuarenta días, en esta misma Catedral, llegaremos a celebrar esos ritos solemnes por los cuales Cristo Jesús Resucitado se hace presente en medio de nosotros después de haber pasado por el sufrimiento, la cruz y la muerte. Es celebrar la muerte y la resurrección del Señor; pero no solamente con unos ritos litúrgicos, con una ceremonia, sino celebrar en nuestra propia vida esa muerte y esa resurrección de Cristo.

       Eso es celebrar el Misterio Pascual: muriendo cada día al pecado y comenzando la novedad de vida, un camino nuevo.

       Evidentemente ninguno de nosotros puede morir al pecado, puede ser un hombre nuevo con sus propias fuerzas, con sus propias capacidades. Necesitamos atender la voz del profeta: "Vuélvanse al Señor; todavía es tiempo, vuélvanse al Señor".

       Y eso es lo principal que tenemos que hacer como prácticas cuaresmales: acercarnos al Señor. Son muchos caminos por los cuales podemos llegar a una intimidad de estar realmente cerca del Señor, tener un encuentro vivo con Jesucristo.

       En primer lugar, por supuesto, con la oración, la oración continúa. Esa comunicación familiar con el Señor que se hace presente en nuestra vida. Es un camino, pero un camino ante todo de amor. Ese amor es el que tiene que llevarnos a una relación más cercana con Cristo Jesús, presente en nuestro caminar. Nosotros no podemos cambiar nuestra vida, nosotros no podemos dejar el pecado por nuestras propias fuerzas, no podemos emprender la novedad de vida si Cristo Jesús no nos guía, si Él no nos da la fuerza para vencer al enemigo, si Él no se hace presente en nuestro caminar. Por eso, en las prácticas cuaresmales está la oración.

       La oración que tiene que brotar, no como una exigencia impuesta, sino como una exigencia del amor. Y también esta el amor al prójimo: ahí es donde tenemos que descubrir el rostro del Señor.

       En la vida de todos los días tenemos que encontrarnos con el Señor que vive en medio de nosotros y se hace presente, sobre todo, a través de los más necesitados, de aquellos que necesitan una palabra nuestra, una sonrisa, una ayuda económica, una visita porque están enfermos o están encarcelados. Ahí es donde el Señor quiere que nosotros lo descubramos, que nosotros nos encontremos con Él.

Le pedimos al Señor llegar con el alma purificada a celebrar las Fiestas Pascuales. Sólo el Señor nos puede purificar, sólo el Señor puede darnos la fuerza para poder vivir en nosotros esa muerte y esa resurrección de Cristo.

       Por supuesto que esa cercanía con el Señor no produce en nosotros cambios mágicos. El Señor siempre espera de nosotros una respuesta; una respuesta que se tiene que dar día tras día, por eso tenemos que emprender el camino de una conversión interior. No solamente con obras externas; sino desde dentro tenemos que cambiar. Tenemos que cambiar nuestro corazón, nuestros sentimientos, nuestros afectos, tenemos que cambiar interiormente para emprender ese camino de muerte y novedad de vida.

       Esa conversión es exigente, necesita un verdadero esfuerzo, necesita actos de penitencia que se deben manifestar, sobre todo como decía anteriormente, en la vida diaria, en aquello que el Señor nos ha encomendado. No es fácil cambiar, aunque el Señor nos ofrezca su gracia y su fuerza. Necesitamos poner también nuestra decisión para el estudio, para el trabajo, para llevar a cabo aquella empresa que el Señor ha depositado en nuestras manos.

       Muchas veces quisiéramos nosotros que el cambio personal, que el cambio social se diera como por arte de magia, por unas elecciones, por una ley, por un decreto. No: es necesario el esfuerzo, es necesario el trabajo, es necesaria la renuncia. Por eso el Señor nos pide ese camino de conversión que lleva consigo siempre penitencia, esfuerzo, sacrificio.

       Nosotros muchas veces pensamos que eso del sacrificio ya es cosa del pasado. No hay redención, no hay salvación, sin la cruz, sin el sacrificio. Sería engañar al pueblo cristiano si dijéramos que eso es de siglos pasados. Si realmente queremos una transformación personal y social tenemos que amar el sacrificio, tenemos que amar la renuncia, tenemos que amar el trabajo, tenemos que amar esa dedicación con la cual se pueden construir las personas y la sociedad.
       Hermanos, hermanas, éste es el tiempo de gracia, éste es día de salvación. Que al bendecir las cenizas se realice en nosotros ese anhelo, que a través de las prácticas cuaresmales lleguemos con alma purificada a celebrar los Misterios Pascuales, la muerte y la resurrección del Señor, la muerte propia al pecado y la novedad de vida en nuestra existencia.   

martes, 21 de febrero de 2012

Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la Cuaresma 2012


«Fijémonos los unos en los otros 
para estímulo de la caridad y las buenas obras» (Hb 10, 24)



Queridos hermanos y hermanas

La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.

Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de laCarta a los Hebreos«Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24).
Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.




1. “Fijémonos”: la responsabilidad para con el hermano.

El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse en Jesús» (cf. 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada». También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).

La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf. Lc 16,19). En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.

El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf.Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein—es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.



2. “Los unos en los otros”: el don de la reciprocidad.

Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.

Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. «Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).


3. “Para estímulo de la caridad y las buenas obras”: caminar juntos en la santidad.

Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.

Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b;1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm12,10).

Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.

Vaticano, 3 de noviembre de 2011

BENEDICTUS PP. XVI
© Copyright 2011 - Libreria Editrice Vaticana

lunes, 20 de febrero de 2012

Escríbele a la Madre Dolores Hart

Esta es la dirección de la Madre Dolores Hart en la Abadía Regina Laudis


Rev. Mother Dolores Hart, O.S.B., Priora,
Abadía de Regina Laudis
273 Flanders Road, Bethlehem
CT 06751 USA


Escríbele y felicitala por la nominación al Oscar del documental que narra su vida y su vocación a la vida consagrada.



¿Quien es la Madre Dolores Hart?


Dolores Hart (nacida como Dolores Hicks el 20 de octubre de 1938 en Chicago, Illinois) es una religiosa católica estadounidense y antigua actriz.
Dolores Hart con Elvis Presley en la película "Loving You" de 1957
Con el nombre artístico de 'Dolores Hart', en 1956 filmó como personaje de soporte, como la pretendida de Elvis Presley en el estreno de 1957 Loving You
Fotografía promocional de Loving You
Luego de esta aparición, Hart empezó a ser solicitada en varias producciones e hizo un par de películas más antes de volver a actuar con Presley en King Creole (1958).  En 1960 fue coprotagonista de la película Francisco de Asis en donde realizo el papel de Clara de Asis. Posteriormente Hart debutó en Broadway, ganando un Premio World Theatre, así como una nominación al Premio Tony como Mejor Actriz Revelación por su papel en El Placer de su Compañía.
DVD de "Francisco de Asis" con Dolores Hart en el papel de Clara


Dolores Hicks fue la única hija del actor Bert Hicks y su esposa, quienes, a pesar de las implicaciones religiosas (eran católicos), se separaron y eventualmente divorciaron. Hart asimismo estaba emparentada políticamente con el cantante y actor Mario Lanza, quien estaba casado con una tía de ella. Fue debido a su abuelo, un empleado de una sala de cine, a quien acudía para consolarse debido a los problemas maritales de sus padres, cuyo entusiasmo por las películas influyó en Dolores para que se decidiera a seguir la carrera actoral.
En 1960 Hart estelarizó en Where the Boys Are, una comedia adolescente acerca de estudiantes universitarios en spring break, la cual desarrolló seguidores de culto. En la película, representa a una estudiante que lucha por encontrarse a sí misma cuando se confronta con su recién descubierta sexualidad y popularidad con el sexo opuesto. Estelarizó otras cuatro películas, incuyendo un protagónico en Lisa, basada en una novela de Jan de Hartog y fue nominada al Globo de Oro como mejor película en drama. Su último papel fue con Hugh O'Brian en Come Fly with Me (1963). Fue en este momento en que decidió dejar la industria cinematográfica y, luego de romper su compromiso con el empresario de Los Ángeles Don Robinson, la actriz de 25 años se convirtió en monja católica de la Abadía Benedictina de Regina Laudis en Bethlehem, Connecticut, llegando a ser la Abadesa del Convento. Ahora canta en latín ocho veces al día.
Dolores Hart a la izquierda como actriz, a la derecha el día de su profesión religiosa

En 2006 regresó a Hollywood luego de 43 años en el monasterio, con el fin de despertar conciencia con respecto a la neuropatía idiopática periférica, un mal neurológico que aflige a muchos estadounidenses, incluyéndola a ella misma.
La Madre Dolores Hart en una conferencia sobre Neuropatía Idiopática Periférica.
Además de ser la Abadesa, la Reverenda Madre Dolores Hart se ha convertido en la única monja que es miembro votante de los Premios Óscar de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de los Estados Unidos.



Nominan al Óscar documental sobre religiosa de clausura que actuó en Hollywood


Madre Dolores Hart. Abadesa Benedictina

Washington, 20 Feb. 12 / 02:49 am (ACI/EWTN Noticias).- La abadesa benedictina Dolores Hart, quien fuera una actriz y decidió convertirse en religiosa de clausura, asistirá por primera vez desde 1959 a los Premios Óscar, en Los Ángeles (Estados Unidos), para apoyar la película "Dios es Más Grande que Elvis" que narra su historia y la de su abadía.

Hart, de 73 años, fue una premiada actriz que participó en dos películas de Elvis Presley. En 1963, estaba a punto de firmar un contrato de siete cifras y estaba comprometida con un hombre de negocios de Los Ángeles cuando decidió unirse a la Abadía Benedictina de Regina Laudis, donde ahora es priora.

El documental de 37 minutos cuenta la historia de la madre Dolores y su vida en la abadía. Está nominada al Óscar en la categoría de mejor cortometraje documental.

"Adoraba Hollywood. No me fui porque fuera un lugar de pecado" señaló la religiosa al diario estadounidense USA Today.

"Dejé Hollywood por la una cosa misteriosa llamada vocación. Es un llamado que viene de otro lugar que llamamos Dios, porque no tenemos ninguna otra forma de llamarlo".

La religiosa indicó que este llamado "es el llamado del amor. ¿Por qué subes a una montaña?".
Hart dijo que ella permitió el ingreso de cámaras a la abadía para ayudar a aquellas almas que están en búsqueda.

"Queríamos invitar al mundo a otro orden de vida que podría dar algo de esperanza", dijo.
Para el documental la madre Dolores fue entrevistada junto a otras religiosas como la hermana John Mary, de 44 años, una ejecutiva publicitaria formada en Oxford que llegó a la abadía después de un periodo de adicción.

El cortometraje también cubre la última reunión entre la religiosa y su ex prometido, Don Robinson. Él nunca se casó y continuó visitando y ayudando a la abadía hasta su muerte, ocurrida en diciembre de 2011.

La directora del documental, Rebecca Cammisa, dijo que hizo la película para indagar qué hace que alguien con el nivel de éxito que tenía la madre Dolores Hart escoja la vida religiosa.

Cammisa fue anteriormente nominada al Óscar por el documental "Which Way Home" (¿Cuál es el camino a casa?), en el que narra la situación de los niños migrantes mexicanos.

La madre Dolores fue una de las presentadoras en los Premios Óscar de 1959 y sigue siendo miembro votante de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas, que entrega el premio cada año.

En enero de este año, Dolores Hart hizo una inusual aparición pública durante la Conferencia Eucarística Mariana de California Central.