jueves, 30 de abril de 2009

NUESTRA ESPIRITUALIDAD GUADALUPANA EN TIEMPOS DE CRISIS


Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe
Coordinación General de la Pastoral del Santuario


NUESTRA ESPIRITUALIDAD GUADALUPANA EN TIEMPOS DE CRISIS
Monseñor Jorge Palencia Ramírez de Arellano
Vice - Rector y Coordinador General de la Pastoral de Santuario

En estos momentos tan difíciles que estamos viviendo en México, quizás nuestra atención se ha centrado únicamente en la salud física, inmediata y en la salvaguarda del don maravilloso de la vida humana. Pero una vez que cumplimos con los ordenamientos básicos de higiene, qué más queda, qué podemos hacer para recobrar la salud integral, recobrar la calma espiritual, personal, familiar y social, que nos permita acallar nuestros miedos y angustias.

Quizás las palabras de Santa María de Guadalupe, nos suenen distantes y nos cueste trabajo darles sentido:

Escucha, ponlo en tu corazón, Hijo mío, el menor, que nos es nada lo que te espantó, lo que te afligió, que no se turbe tu rostro, tu corazón, no temas esta enfermedad, ni ninguna otra enfermedad….. (Nican Mopohua 118)


Debemos regresar a lo fundamental, a lo básico de nuestra fe, para recobrar la calma y recomenzar a dar sentido s nuestras vidas. Recordemos que estamos llamados a convivir en lo íntimo de la relación con Dios. No olvidemos que, Jesús ha venido a estar entre nosotros, no tanto para indicarnos el modo de vivir felices aquí en esta tierra, sino ha transformarnos en nuevas criaturas disponibles para vivir con Dios y en Dios: "Yo soy la puerta, el que entra por mi se salvará.... Yo vine para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn 10,9-10).

En esta Pascua 2009, tan especial que estamos viviendo, siempre mantengamos la firme esperanza de que somos seres nuevos, es no tanto porque vivimos por nuestras obras una conversión personal, familiar, o social, sino porque participamos del misterio pascual de Cristo, de forma que en él y por él somos personas resucitadas. Es necesario que el misterio pascual de Cristo sea trasladado a lo íntimo de cada momento tan difícil por el que estamos viviendo; que impregne, renueve radicalmente, toda carne humana; que vivifique transformando cuanto florece entre las fragilidades y enfermedades terrenas.

Por vivir hoy en una época de desafíos y retos, nuestra existencia ofrece nuevas situaciones a la renovación pascual. Es natural que la renovación pascual actual se plantee problemáticas inusitadas, nunca vividas anteriormente.¿Cómo manifestar lo absoluto de la consagración a Dios en momentos en los que la vida humana peligra? ¿Cómo mostrar que el cristiano se siente inmerso en la compleja situación de salud pública e intenta vivir según Jesús y el Evangelio? ¿Cómo contemplar a Dios en la noche obscura cuando no sabemos que sucederá mañana?.

Semejantes preguntas no hacen reflexionar de que no es posible entender una espiritualidad personal fuera del contexto social, cultural, eclesial, existente. ¿Cómo se puede ser cristiano tomando en serio el valor de la vida humana? ¿Cómo tener espíritu pascual buscando el bien común y no solo el bienestar personal? ¿Cómo descubrir la voluntad de Dios, no huyendo del mundo, sino situándose en lo íntimo de él? ¿Se puede encontrar la gracia del Señor en el fondo de las vicisitudes y fragilidades humanas, invocando el Espíritu del Resucitado para que germine en medio de las preocupaciones terrenas?

Hoy más que nunca debemos hablar de cómo sentir el Espíritu de Jesús Resucitado, dentro de nosotros, de la experiencia espiritual en comunión con el Espíritu del Señor. El momento de crisis que hemos atravesado por la epidemia es el momento óptimo para aspirar a tener el coloquio confidencial con el Espíritu que nos descubre que estamos terriblemente rodeados por el límite, por lo precario, por lo frágil de nuestra existencia, por situaciones incontrolables.

La Pascua no se vive únicamente, como nacer a una vida según el espíritu, sino de modo particular también la Pascua debe vivirse como liberación de lo que nos hace pobres, incomprendidos, marginados, incapaces de comunicarnos. Más, ¿cómo vivir esta liberación pascual? La respuesta a esta inquietud espiritual podemos obtenerla solamente en Jesucristo y operante en figuras espirituales admirables, como la Virgen María, San Pablo, Madre Teresa de Calcuta o S..S. Juan Pablo II, que de modo singular y de una manera auténtica nos iluminan y ayudan a vivir según el Espíritu del Resucitado.

Espiritualidad de Virgen María, unida al Misterio Pascual

La Virgen María vivió la participación virtuosa en el misterio pascual de Cristo con múltiples modalidades. Ante todo preanunció, a modo de signo y de símbolo, el acontecimiento salvífico de Jesús (Jn 2,1-11; Lumen Gentium 58). Por otra parte, es propio de toda alma unida a Cristo ser profeta del Reino. En segundo lugar, la Virgen María convivió la experiencia pascual singular que Cristo iba realizando para la salvación de la humanidad. La espiritualidad de la Virgen María no es autónoma; es puro reflejo de la espiritualidad pascual de Jesús. Cuando en la anunciación le dice María al ángel: "¿Cómo es posible? No conozco varón" (Lc 1,34), no objeta propiamente el hecho de su virginidad, sino que pregunta cómo puede participar en la historia de la salvación. El ángel le recuerda que el acontecimiento salvífico es la manifestación de la omnipotencia divina: "Nada es imposible para Dios" (Lc 1,37).

El misterio pascual de Cristo lo vivió María no solamente por los otros, sino fundamentalmente también para hacer resurgir su ser virginal a la vida nueva según el espíritu. Éste es el sentido de la profecía de Simeón: "Y una espada traspasará tu alma" (Lc. 02, 35). La existencia humana de la Virgen debe ser desgarrada y destruida para resucitar con Jesús.

El Evangelio nos recuerda un aspecto de la experiencia personal de María: en su maternidad. La Virgen concibió y experimentó la progresiva separación de Jesús de su existencia como un morir progresivo según la carne para renacer según el espíritu. Separación inicial en el nacimiento (Lc 2,7), acentuada cuando Jesús niño muestra la independencia natural de su edad, pero para ejercer tareas que su Padre le había asignado (Lc 2,41ss): con el bautismo recibido de Juan abandona definitivamente la casa familiar (Lc 3,21ss); separación que se consuma con la muerte de Jesús en la cruz, en la cual él confía su madre al discípulo predilecto (Jn 19,26s).

Precisamente porque la Espiritualidad de la Virgen María se centró de modo singular en la participación de la existencia pascual de Cristo, es "evidentemente maestra de vida espiritual para cada uno de los cristianos" (Marialis Cultus 21). Vida espiritual significa dejar que el Misterio Pascual nos impregne hasta hacernos seres renovarnos desde el Espíritu del Resucitado. Si nos transformamos así, somos incorporados el Espíritu de Cristo y nos hacemos dóciles a sus carismas. La Virgen María, por el hecho de estar inmersa en el misterio pascual del Señor, fue enteramente, totalmente disponible para ser del todo poseída en su ser humano por el Espíritu Santo. Aquí nace la fuente la una vida espiritual plena, un claro ejemplo para vivir una espiritualidad en tiempos de crisis. Solo así podremos comprender como desde el Tepeyac Santa María de Guadalupe es una luz que ilumina nuestras tinieblas y nuestros miedos:

"Escucha, ponlo en tu corazón, Hijo mío, el menor, que nos es nada lo que te espantó, lo que te afligió, que no se turbe tu rostro, tu corazón, no temas esta enfermedad, ni ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante aflictiva. ¿NO ESTOY AQUI, YO, QUE SOY TU MADRE? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿NO SOY, YO LA FUENTE DE TU ALEGRÍA? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa? (Nican Mopohua 118-119).

Tepeyac, Abril, 2009.